5 de marzo de 2011

Un poquito de por favor.



SIN DAR LECCIONES.


Intentar ir por la vida diciendo a los demás lo que está bien o mal, que  hacer o no, no es mi estilo, pero no por ello ante algo que no me parece coherente, seguir sin decir nada, pasando, nada más que pendiente de lo que en ese momento nos preocupa,  pues tampoco. Y  luego lo peor, a quejarme  de todo “acodao” en un bar.

Pienso cuando voy por la calle, o me acerco a tirar la basura a los contenedores, que guarros tenemos que ser en casa, porque no es lógico que si en casa somos  cuidadosos y limpios, en cuanto salimos de puertas afuera seamos unos “delincuentes” con el medio que nos rodea. 

No quiero dar el tostón con lo de siempre, ni dar lecciones a nadie, pues hasta una niña de cinco años me las dio el otro día a mí. Simplemente quiero haceros llegar lo de que: con las generaciones que vienen tenemos una oportunidad estupenda pare enseñarles que su Pueblo, es su Casa, la Plaza, pues su Salón, las calles, su pasillo, sus habitaciones… Y lo que en casa está fatal y no nos está permitido, fuera tampoco. 

Señores, tenemos obligaciones, y no me vengan con lo de que a mí no me pueden obligar a nada. Para convivir es necesario unas normas que se deben respetar y si no se cumplen, deberían sancionarnos.

Predicar no es dar trigo, por eso en una calle, junto a mi casa, que es última y da a cortijos, recorrida por grandes y pequeños, y por ese galán de torres, que es el viento,  he  observado a un vecino dedicarle una media hora, quizás una vez al mes  recogiendo todo la aquella basura, que en forma de plástico en mayor medida, se acumula en ese tiempo. Paciente, sin mostrar enfado ni maldiciendo, con su cubo en la mano, como una hormiga, abnegado, recorre sistemáticamente la calle, tirando al contenedor  todo aquello que encuentra.

¿Este gesto le hace mejor que nosotros.? No lo sé. Es algo que él no se molesta en preguntarse y yo no estoy capacitado para responder. Está haciendo lo que cree que es correcto, no pide explicaciones  a nadie que pasa y no escribe ningún artículo pregonándolo. Esa es su grandeza, la virtud que más valoramos y menos utilizamos, la Humildad.

Pequeños gestos son grandes y  los que cambian nuestro mundo más cercano.

Quizás el próximo día, si no hay algo que me preocupe mucho en mi intocable vida, me una a Él y ya, quizás,  pueda dar lecciones.


Mario Timón Morcuende.


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