3 de noviembre de 2013

Nos toca mover ficha.

RESPONSABILIDAD CIVIL EN EL MUNDO RURAL.

 Ignacio Abella:


Es preciso recordar que la responsabilidad de todos los seres humanos sobre la gestión del paisaje ha sido asumida de forma eficaz hasta hace unas décadas en el mundo rural.
Todos y cada uno de los vecinos de los pueblos estaban involucrados en la plantación de árboles regulada de manera estricta por la ley y las costumbres.
Sobre esta participación obligatoria en las repoblaciones anuales, algunas antiguas ordenanzas precisan literalmente que estaban “inclusos los señores curas”. Y es que, se entendía que la renovación de los bosques es un acto esencial para la sostenibilidad de sistemas y, por tanto, una responsabilidad intransferible.
La ilusión de independencia de la naturaleza de la civilización humana y la dejación de las responsabilidades individuales, que en teoría asumen las administraciones regionales, resulta catastrófica para los paisajes tradicionales que se desintegran de forma rapidísima.
Salvo excepciones que confirman la regla, esta dejación de funciones que hacen también los gobiernos y administraciones regionales, es tan clamorosa que emplaza a que los ciudadanos asuman, de algún modo, esa responsabilidad en la renovación y conservación del paisaje.
Ya está sucediendo a pequeña escala con los grupos ecologistas que hacen repoblaciones en la medida de sus capacidades. Por otro lado, comienzan a recuperarse cauces de participación como la Fiesta del Árbol que, a principios del siglo pasado, movilizaron a toda una sociedad en unas plantaciones que tenían funciones regeneradoras del paisaje pero, al mismo tiempo, un alto valor social, festivo y educativo.
También es preciso emprender tareas vitales como la devolución del árbol a los sistemas agrícolas en forma de setos, bosquetes y bandas arboladas que tanto contribuyen al equilibrio del paisaje local y global y al aumento de rendimientos de los cultivos asociados. Pero, además, en nuestro entorno geográfico urge la defensa de los últimos reductos de lo silvestre, siempre amenazados por el urbanismo, el turismo y un desarrollo ciego y suicida. Se trata, sin duda, de reservorios de biodiversidad que cada día resultan más ínfimos, raros y valiosos.
La situación de los bosques y de todos los ecosistemas planetarios, y por tanto de la propia humanidad, es hoy tan preocupante que sólo un cambio radical en la forma de entender el mundo y relacionarnos con él, podrían evitar un desastre sin precedentes.
Es preciso comprender y valorar nuestro entorno desde los fríos números y estadísticas, desde la economía y la racionalidad. Pero sin la vivencia directa y sin la visión del poeta, el filósofo o “el salvaje” terminamos convirtiéndonos en mercaderes capaces de vender a nuestra propia madre.
Las últimas parcelas de la Madre Tierra están ya a la venta, pero es posible que en esos postreros refugios esté la clave del futuro… La última esperanza.

(Del libro “La magia de las plantas”, de Ignacio Abella)


                     Foto: "En todo el mundo, los bosques primarios, con todo su incalculable valor par alos equilibrios planetarios, están desapareciendo a un ritmo vertiginoso...
Todos y cada uno de los vecinos de este planeta somos responsables y protagonistas de lo que aquí suceda. Es tiempo de asumir nuestras competencias de forma individual y colectiva. Es tiempo también de pedir a las administraciones que actúen canalizando las iniciativas y las necesidades de la gente y sus territorios".
(De "El bosque protector", de Ignacio Abella)